Tener un hermano debería ser la mejor escuela para aprender a compartir, colaborar, negociar, ayudar,
hacerse valer, cuidar, aprender juegos y habilidades unos de otros…
Sin
embargo, los adultos
de nuestro entorno cultural (padres, familiares cercanos, otras personas
próximas a la familia) enfrentan con frecuencia a los niños, dando
lugar a sufrimiento
y patologías
diversas. Hablan de celos
y de pelusas; atribuyen características a cada niño y establecen comparaciones que afectan a la autoestima de los hermanos…
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